22 abr 2007

¿Quién juega en la placita?




Plaza Brasil es un lugar que deben ceder, con tal de no tener que enfrentarse en peleas donde están en evidente desventaja.

Héctor Rojas Pérez

Plaza Brasil, en el centro de Santiago funciona como núcleo aglomerador de personas de diferentes tendencias, llevadas ahí también por distintos motivos. El lugar del carrete es así mismo, el del trabajo y, por qué no, una zona a veces sin ley.
Rodrigo Sánchez, que vive en una de las calles que da a la plaza, la atraviesa a medio día para ir a comprar con sus dos hijos pequeños al almacén. Alega que nadie hace nada, que los fines de semana Plaza Brasil es un terreno que deben ceder con tal de resguardar su seguridad. Por su parte Osvaldo Escudero, guardia de seguridad de la municipalidad de Santiago, considera que la acción policial es insuficiente, e incluso nula en muchos casos. Los pacos aparecen a veces, cuando hay eventos en el galpón Víctor Jara, el resto del tiempo no atienden a nuestros llamados, dice con una risa no feliz, pero resignada. ¿Qué va a hacer uno?, si no tiene permiso para portar armas, señala defendiéndose de las críticas de todos los que dicen que ellos no sirven para nada. Osvaldo dice que la caseta de seguridad de Plaza Brasil es una de las más movidas que hay y, que todo empeoró cuando cerraron muchos locales en el barrio República, entre los más importantes, la disco Alameda, o mejor conocida como El Carrera. Él siente que esas medidas sólo provocaron una concentración aun mayor en el sector de la Plaza Brasil y, que además apareció una serie de lugares clandestinos. Para Osvaldo es absurdo pensar que si cierran un lugar, el público que lo frecuentaba, va a decidir quedarse en su casa viendo la repetición de “Casado con hijos”.
Unos metros más al norte de la caseta de Osvaldo, Clara Aria luce su ojo morado y, una herida mal cerrada sobre su ceja derecha, mientras almuerza en su local de llaveros y pinches, de la feria artesanal que una vez al mes se instala por siete días en la plaza. Clara dice que son días difíciles, que ella además de comerciante es la bodeguera de la feria y, por lo tanto, quien en las noches se queda cuidando los puestos, para que no sean destruidos ni robados. Dice que es nochera hace ocho años en la feria y, se quita los lentes para dejarme apreciar lo hinchado que le quedó su ojo derecho por un fierrazo que recibió el sábado anterior, cuando defendió los puestos que estaban siendo pateados por un sujeto que apareció ebrio, lanzando patadas a los mesones que tienen instalados. Clara es una de las personas que alegan en contra de los guardias de seguridad, porque como ella misma dice: mientras peleaba defendiendo la feria, que es también su único trabajo, acompañada sólo de Manuelito (el cuida autos); el guardia de seguridad no salió nunca de su caseta. Su herida está mal cerrada, pero eso a ella no le preocupa. Ella ya está pensando en la noche siguiente. Clara también siente que Plaza Brasil es un lugar que deben ceder, con tal de no tener que enfrentarse en peleas donde están en evidente desventaja. Ella también acusa la proliferación de los bares clandestinos, que sumados a los bares reconocidos, todos carecen de medidas básicas de seguridad e higiene. Clara dice estar cansada de ver como detrás de sus puestos, los hombres y mujeres borrachos van a descargarse, según sus palabras. Siente que se ha deteriorado el barrio y, que la plaza francamente hoy en día apesta a “pichí”.
Algunos culpan a los hip-hoperos y a los punk. Osvaldo está convencido que si no se les molesta, no hacen nada. Clara y Osvaldo coinciden en que la mayoría de los robos es efectuado por personas que sólo pasan por el lugar, mientras Rodrigo confiesa que a cierta hora, lo mejor es que él, su mujer y, sus pequeños hijos se encierren en su departamento, que es mejor ni enterarse de las calamidades que puedan suceder en Plaza Brasil.