12 may 2014

Lo que una ama de Salvador Young Araya

Lo que una ama de Salvador Young es una novela fácil de destruir, porque entrega suficientes razones para considerarla superficial y estereotípica. Estos elementos, sin embargo, no son el ripio de una escritura descuidada, sino más bien las herramientas de un tipo de mundo retratado y marcado profundamente por la superficialidad y la pertenencia a los espacios. En este sentido la propuesta de Young logra ser desagradable cada vez que presenta personajes y sus maneras de relacionarse; desagradable, insisto, porque como lectores estamos predispuestos a un tipo de escritura respetuosa con las figuras homosexuales, pero aquí ocurre que quienes protagonizan esta novela no tienen un compromiso político vinculado a su deseo sexual ni están mostrando el utópico mundo lésbico que podría ser aceptado. Son personajes que habitan un mundo desagradable, pero eso en la novela funciona.

La novela narra la primera relación de Madeleine con otra mujer y la manera en como esto la lleva a ingresar a espacios que antes no habitaba e impacta a quienes la rodean. La forma en que ocurre esto es precisamente la clave de la propuesta de Salvador Young, quien se encarga de hacerlo desagradable. Solana, la joven con la que Madeleine se involucra es la encargada de resaltar un estilo de vida que incomoda al lector, superficial y prejuicioso, que de algún modo contrapone el amor que se está gestando en Madeleine con el absurdo del universo que habita Solana. Madeleine viene de Francia, pero eso no la ubica en un lugar especial, excepto para Solana, que está encantada con lo europeo y cómo esto significa un nivel social que ella acostumbra y defiende, aun cuando Madeleine deba trabajar.
Esto, por supuesto, ocurre en Santiago, ciudad donde Solana conocía la noche y la dominaba, especialmente a la cabeza de los Depeche Love, grupo musical que integraba. Esta pertenencia al espacio se tensiona en su viaje a Buenos Aires, donde se siente postergada:
“Solana, cabizbaja, notaba cómo Madeleine invertía su tiempo en la tanguera. Se sintió dejada de lado… No estaba acostumbrada a esa indiferencia, ella en Chile siempre llamaba la atención. Ahora era una chilenita, como le había dicho la maestra, y sentía que había millones como ella, con su color de pelo, su color de ojos, la originalidad de su look” (228).
(...)
La crítica completa es La sexualidad de los espacios desagradables en Ojoentinta.com

Lo que una ama
Salvador Young Araya
Chancacazo Ediciones, Santiago, 2013