Ayer me llevaron a
jugar al patio de atrás, así, tal cual, mientras me fumaba un cigarro comenzó
la obra, o un poco más tarde, o quizás había comenzado desde que llegué al
lugar. No sé cómo hablar de El patio de atrás desde el teatro, sin que irrumpa
en mi comentario la experiencia de la que fui parte. Me resulta absolutamente
complejo delimitar la actuación y al público, el último creo que no entró al
patio de atrás. El resto, nos quedamos encerrados en un espacio que invitaba a
la inseguridad. Es por esto mismo que me resulta difícil cuidar la manera en
que hable de esta propuesta teatral, no sin recurrir a expresiones como “me
cagué de nervios mientras comenzaba el juego”, o “me emocionó más que la mierda
imaginarme, imaginarla, pensar en un cuerpo sin vida durante días hasta que
alguien advierta el olor, el dolor, la soledad que nos mueve a jugar a menudo”.
El patio de atrás
desdibuja los límites entre el espectador y el espectáculo, ambos están unidos,
o ninguno existe. En situaciones como esta, es cuando pienso que espectáculo es
una expresión que hace pensar en las espectacularidades, las que no existen en
la vida, o si existen, son la prueba de que nos hemos estado encegueciendo con
las fantasías. Paradójicamente a en esta propuesta, la fantasía del teatro es
la no fantasía de la vida real. Se trata de una obra disimuladamente ambiciosa,
exacta y flexible, pero por sobre todo, se trata de un juego.
El teatro en esta obra
comienza y termina cuando no es esperado, queda preguntarse qué tanto fue real.
Cuando se enciende la luz, los espectadores adoctrinados comenzamos a esperar
al elenco hacer una reverencia (o varias), reverencia que no llegó jamás, en un
acuerdo implícito decidimos de todas formar aplaudir, aplaudir-nos, el aplauso
entre quienes quedaban después del juego.
El patio de atrás es
un experimento, tal como un rumor que se pasa de boca a boca, es un secreto más
que una invitación al teatro. Yo estuve ahí anoche, comento compartiendo una
café a media mañana, pero a nadie le importa. Esa es la diferencia entre el
teatro y el juego. El teatro remite a situaciones muchas veces (aunque no
todas) socializadas, respetando al menos la línea entre la ficción y la
fantasía, donde existen elementos y códigos esperables. El juego no. El patio
de atrás en ese sentido, funciona mucho más como un juego, un microsistema de
realidades, que perfectamente podemos llamar fantasía o actuación. Lo
interesante, es que desde fuera no se ve nada, pero desde dentro no queda claro
si uno es la fantasía en medio de la realidad, o este montaje es la posibilidad
de encontrar durante una hora la realidad en medio de tanta fantasía. Digo una
hora porque es un límite que me resulta prudente, lo que pasa es que cuando uno
está jugando, el tiempo pasa de manera muy veloz. Eso se acaba cuando uno
abandona el patio de atrás, el tiempo vuelve a ser el tiempo, los actores
actores, así como también cada uno vuelve a ser la persona que era antes de
comenzar a jugar, y por lo mismo, en el café de media mañana nadie se
identifica con la experiencia, ellos no estuvieron, no anoche al menos, parece ser
que una vez fuera ya nadie sabe con exactitud dónde aquel sitio, las
indicaciones se pierden. Algunos habrán jugado y es una buena idea no
comentarlo, no será que la próxima vez nos descubran jugando en el patio de
atrás.
El patio de atrás
Dirección:
Manuel Ortiz
Dramaturgia: Creación colectiva
Elenco: Marcelo Flores, Christopher Estay, Natalia Lagos, Alexandra Parra, Fabián Sáez, Carol Jaque.
Fecha: 18 de julio al 27 de JulioDramaturgia: Creación colectiva
Elenco: Marcelo Flores, Christopher Estay, Natalia Lagos, Alexandra Parra, Fabián Sáez, Carol Jaque.