17 sept 2013

Silencio, trauma y esperanza: Novelas chilenas de la Dictadura de Mario Lillo Cabezas


La propuesta de Mario Lillo Cabezas de analizar un grupo de novelas escritas en Chile durante las últimas cuatro décadas es por sobre todo interesante, aunque la ejecución del proyecto sea bastante curiosa. Lo primero que llama la atención es que la selección se hace sobre obras que no han sido especialmente valoradas dentro del panorama de la literatura de dictadura, aún cuando “conocieron en su momento algún grado de éxito, ya sea de crítica, de ventas, de resonancia mediática o a través de premios otorgados”. Lillo aclara que no fue esto último el criterio central de selección, pero resulta imposible no pensar en que este punto precisamente sea lo que más podría igualar estas obras. Cabe destacar que existe un gran diferencia entre el éxito en ventas y resonancia crítica, ambas siendo formas de recepción transitan entre lo comercial y académico, pero igualarlos sería una ingenuidad.
Silencio, trauma y esperanza: Novelas chilenas de dictadura, 1977 – 2010, está estructuralmente conformado por tres partes, además de una introducción que da cuenta del panorama general de la escritura acerca de este periodo histórico con temáticas que luego no se abordan en este trabajo, autores y escrituras que sirven de contexto de este análisis. Los tres apartados que siguen a esta introducción son “Elipsis narrativa de la memoria”, “Memoria tangencial de la dictadura, o el discreto encanto del orden familiar” y “Memorias traumáticas de la dictadura”, en cada uno abordando distintas novelas.
Otra curiosidad de este libro, es el método que Lillo emplea para el análisis de las novelas seleccionadas, porque se podría esperar de una selección de novelas de dictadura, un análisis desde sus representaciones históricas, los proyectos políticos que cada una construye, el trabajo que cada una presenta sobre la memoria o su propuesta política. En cambio, la opción de Mario Lillo es interrogar las novelas en sí mismas, es decir, respondiendo a preguntas sobre el modo, el tiempo, el espacio y los personajes, con apenas algunas alusiones a los histórico y político, que es lo que en principio justifica que estén siendo analizadas. Algunos de estos análisis son del tipo “la novela [Tiempo que ladra de Ana María del Río] se presenta al lector como una diégesis emanada de la voz de la narradora-niña y la mímesis se presenta enmarcada absolutamente en la diégesis de esta narradora homo-intradiegética”.

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La crítica completa es Novelas de la Dictadura en Revista Intemperie.cl

Silencio, trauma y esperanza: novelas chilenas de la dictadura, 1977 – 2010
Mario Lillo Cabezas
Ediciones UC, Santiago, 2013

4 jun 2013

Encapuchados, mercado y 1%

Señales de guerra se presenta en voz de sus propios personajes en escena como una secuela de Los noventa y nueve, obra que un año antes celebraba el egreso de algunos de sus actores. Ahora, un año después, la compañía ha dejado reposar algunas ideas que la sostienen. Luego de Los noventa y nueve, quisimos hablar de los unos, señala la actriz recién iniciada la obra. Los unos, son ese uno “por ciento” de Chile, que se guarda la mejor tajada de torta del sistema neoliberal dejando al resto de la población peleándose por las migajas sobrantes, esto hasta que se decidan a hacer algo por un cambio, dejando ver las primeras señales de guerra.

Esta propuesta teatral tiene al menos tres grandes aciertos. El primero es quitarle la capucha al individuo criminizalizado, de quien se habla en las noticias como un delincuente que actúa al margen de la ley sin motivo alguno, infiltrándose en las marchas estudiantiles y otras instancias de protestas. A este sujeto, a quien se le indican todas las características indeseables, se le utiliza además como argumento para criminalizar las demandas sociales, desplazando metonímicamente su actuar anónimo al anonimato de una masa de personas que se encuentran enfrentadas por sus derechos.

El encapuchado, una señal de guerra, tiene en su composición algo simbólico, en cuanto a que bajo esa capucha caben todos, estudiantes, madres, jóvenes trabajadores o cualquier persona. Esta propuesta teatral instala a cuatro jóvenes con sus polerones con capucha planeando infiltrarse en el homenaje a Pinochet, que tuvo lugar durante el año pasado en el Teatro Caupolicán. Su intención es conocer a los “unos” para poder interpretarlos. Esto los pone en medio de quienes participan del homenaje y quienes esperan fuera del recinto para protestar (...).


Señales de guerra
Dirección: Manuel Ortiz
Asistencia de dirección: Benjamín Prati
Elenco: Fabián Sáez, Natalia Lagos, Benjamín Bravo, Mauricio González
Diseño integral: Shalini Adnani, Patrick May
Composición musical: Alejandro Miranda
Producción: Andrea Vera Puz