18 ene 2012

Las confabulaciones de Mauricio Olivera


Las confabulaciones no se ofrece al lector amablemente, y en cambio guarda distancia y se encierra en sí mismo. Curiosamente este rechazo aparente a ser leído cobra sentido en la idea misma de una confabulación que le da título.
Dos elementos parecen perceptibles en la forma en que está escrito el libro de Olivera. El primero es una aproximación a la corriente de conciencia como forma de narrar que
,
 si bien no significa escrituralmente un riesgo, permite actualizar el recurso. Cada confabulación (división que se usa a modo de cuento o capítulo) se inicia de manera legible y secuencial, un inicio posible de comprender y que adelanta –falsamente– una historia continua: “Por Av. Coronel Alejandro Sepúlveda me adentré sin saber a dónde iba y me encontré en una parroquia desolada”.
Lo que realmente sucede es la fragmentación del relato inicial y la lluvia de ideas que difícilmente estarían unidos sin el libro: “Vamos a echar la última meá y seguimos cantando con ustedes vuestras salmodias blasfemas, invocando a la Malvada, a la Asesina, a la niña buena que me hechizó, me sometió y me martirizó”. En ejemplos como el anterior a menudo se ve un tránsito violento entre la formalidad y el coloquialismo en el lenguaje, así como también en las ideas. La confabulación ignora la necesidad de un contexto, relacionando las referencias religiosas con la presencia de extraterrestres, animales con características vengativas como la “malvada avispa con ojos de serpiente enloquecida”. El uso del lenguaje incluso evidencia la posibilidad de instalar una segunda lectura forzada donde no necesariamente la hay: “Está muy cerca el (des) esperado final”, “sus (mis) mujeres”, “el cálculo me falló (¿follé?)”, “No quiero más sobras (¿sombras”). Lo que queda entre paréntesis es lo que transforma lo fabulado en lo (con) fabulado, permitiendo establecer vínculos diversos y promiscuos de sentido (...).


Las confabulaciones
Mauricio Olivera
Santiago, Chancacazo, 2011