27 may 2007

EL ÁNGEL DE CARBÓN




En octubre era común que todo el colegio se revolucionara con la celebración del aniversario, el kermesse, las alianzas y la coronación de la reina y el rey feo del año. Los profesores nos seleccionaban –previo juicio a nuestras habilidades- para jugar a las damas chinas, lanzar el tejo o correr la posta. Yo solía excluirme diciendo que tenía tortícolis, que me había dado un aire en la mañana mientras me bañaba, que estaba en tratamiento para la tendinitis, o el último caso que tenía un cuadro severo de colon irritable. Sólo participaba en el festival de poesía y en el concurso de dibujo. Eso no me daba tanta vergüenza, no había forma de tropezarme o darle un tejazo a algún profesor. En el concurso de poesía presenté y leí en el escenario un poema que hice pensando en Marta, una cocinera que daba a luz en su trabajo, estando de cuclillas, sin recibir ayuda alguna. El jurado me dijo que había sido muy narrativo, demasiado narrativo; excepto Carmen, la profesora de religión que me dijo que se había quedado sin palabras ¿eso será bueno o malo?.
Para el concurso de dibujo, el colegio traía actores como Álvaro Escobar, Álvaro Rudolphi o Bastián Bodenhöfer. A cada participante le tocaba un actor para dibujar y, tenía cuatro horas antes presentar su trabajo terminado justo antes de la coronación, en el último día de competencias. Mi alianza no se perfilaba como ganadora, pero aun existían ciertas posibilidades de revertir el resultado. Bastián Bodenhöfer, que era el modelo que me habían designado, me estaba esperando en la sala del cuarto medio B sentado sobre un taburete de madera. Yo entré y le dije “esta es la sala de los niños grandes” y, él sólo dijo un “ja” por cordialidad. Sentí tanta vergüenza, que habría dado a cambio mi súper nintendo, con tal devolver el tiempo, entrar de nuevo a la sala y no decir ese chiste. Bastián me preguntó cómo quería dibujarlo, en qué posición. Yo le respondí que se pusiera en posición como si estuviera teniendo una gran idea y, él lanzó una carcajada que me hizo sentir tranquilo por al menos los dos minutos y medio que prosiguieron. Había conseguido romper el silencio, pero aún no comenzaba a dibujar. Me preguntó si alguna vez había dibujado un desnudo y, yo rápidamente respondí que no, si, osea una vez, pero copiándolo de la tele, de una película que tenía en un caset de video. Me preguntó si me atrevería a intentarlo y yo no dije nada. Estaba como pensando en cómo era posible que eso estuviera sucediendo. También pensé que todo podía ser una mala broma. ¿Quieres ganar?, me dijo; yo le pregunté ¿ganar qué?. Tu competencia. ¿Quieres que tu alianza gane?. Fue ahí cuando recordé dónde estaba y que estaba haciendo; habíamos perdido más de una hora conversando. Sí, le dije muy serio. Comenzó a desabotonarse la camisa muy lento y mirándome. Yo tenía la mirada clavada en sus ojos, me daba pánico bajarla. Sentía que se escuchaba muy fuerte cuado yo tragaba saliva con dificultad, como si tuviera amigdalitis. Luego bajé la cabeza y me puse a ordenar las hojas del block y el lápiz de carbón que me habían entregado, como si nada interesante estuviese ocurriendo frente mío. Listo, me dijo. Para cuando lo miré estaba completamente desnudo sobre el taburete de madera, tapándose el entrepiernas con sus manos. ¿Crees que es una buena posición?, me preguntó. Yo respondí ¡no!, no creo que te favorezca. De inmediato me sentí ruborizado y quise escapar de ahí. Le dije, podrías girarte y taparte con tu pierna derecha para que no se te vea nada, así dejas caer tus brazos por detrás del respaldo del taburete y puedo dibujar la curvatura de tu espalda que está muy bien delineada. Él me sonrió y me hizo caso. Sólo pude mirar a otro lado, no sabía si por vergüenza, o por lo audaz que había sido, o por temor a que me viera mirándolo demasiado. Sentí que no había aprovechado la oportunidad de verlo completamente desnudo, así que levanté la cabeza antes de que él me avisara y, sólo pude ver el momento en que su pierna se posaba sobra el muslo de la otra. Él no dijo nada. Yo pensé que quizás estaba incómodo, o quizás molesto, o quizás se había dado cuenta de que tenía muy nervioso; así es que enojado y en silencio me puse a dibujar, pero con la rabia quebraba una y otra vez la punta del lápiz. Me preguntó si me sentía mal, evidentemente mi dibujo era un desastre, entonces lo miré y torpemente arrastré mi mano sobre el papel, terminando de arruinar el retrato. Tranquilo, me dijo, aún podemos inventar algo, pero sólo nos quedaba una hora y media antes de la coronación y la entrega del trabajo. ¿Y si me calcas es esa cortina?, podrías deslizar por mi espalda el carbón, con tal de formar una figura con sombra. Le respondí que podría funcionar. Estaba muy contento, pero sólo por el hecho de que estuviésemos más cerca. Se puso de pie detrás de la cortina, dándome la espalda y yo, estirando la tela empecé a deslizar el carbón por la tela, casi tocándolo. La tela blanca contra la luz me dejaba ver su cuerpo iluminado y desnudo, dispuesto a ser retratado por mis manos. La punta de mis dedos entraban por pequeños instantes en contacto con su piel, pero no podían detenerse ahí. Entonces se me ocurrió manchar mis manos con el carbón y comencé a deslizarlas por sus hombros. Él no dijo nada y yo sólo podía pensar la curvatura de su espalda; tenía miedo a que reaccionara, pero él seguía ahí, respirando lento. Me atreví a posar mis manos firmes a través de la cortina, tratando de abrazarlo. Lo apreté fuerte y pude por fin sentir como su cuerpo se ponía tenso, porque no esperaba lo que hice.
Para cuando fue la premiación del concurso y la coronación de los reyes, mi modelo ya no estaba en el colegio. Carmen, jurado del concurso me dijo que era impresionante como había construido la imagen de un ángel poniéndole alas a una figura humana desnuda, dijo que era muy desgarrador, muy motivante, pero que sin embargo no podían darme el premio, porque el dibujo debía ser en papel, que era algo escrito en las bases del concurso.



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16 may 2007


Comenzaban a rebolotear en el cielo
4 jinetes expertos
y se aproximaba por ahí
el sobre protector de los criminales
a dárselas de cuenta cuentos
y colorín cacao...
Colorín cacao nada
porque justo antes de completar la frase
el Sr. presidente del norte
les envió de bienvenida
una treintena de figuritas
travestidas a lo superman
para decirles welcome
travestirlos a ellos también
a ellos en piñata
que nos engolosine sádicamente a todos
y bum, cabum
nos obsequian masticables
chupetes y algodón de azúcar
cada vez que asentimos con la cabeza
o con el silencio
porque no está permitida la entrada
sin una invitación
un pasaporte repleto de timbres
ni el formulario verde rellenado.
Debió atisbar antes de importar voz de narrador
que la-barba-larga
sólo podía provocar desconfianza
y no se le perdona
ni al hijo de miguelito
ni al protagonista
de la antología de mayor circulación.

NNNNNNNNN
NNNNNNNNNNNNN
NNNNNNNNNNN
NNNNNNNNNNNNNNNNNNN
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8 may 2007

BENJAMÍN, EL DE LA CÁMARA


Es así como con Benjamín decidimos ocupar nuestro fin de semana largo explorando los parques de diversiones que quedaban en Chile, que por cierto no eran más de tres, lo que lo hacia una meta no tan ambiciosa. Los parques estaban ordenados con el mapa que ha dibujado el Metro en la ciudad. Comenzamos nuestra ruta en el parque de juegos acuáticos, donde Benjamín se quedó mirando su reflejo en el agua, mientras yo lo miraba a él, y me sorprendía ver su nuca y su reflejo, por cierto difuso en el agua al mismo tiempo. Benjamín se sonrió cuando le conté lo que había visto. Conversando de eso bajamos al metro y pasando en el tren por la estación Ciudad del Niño, el tren quedó vació y decidimos sacarnos fotografías urbanas como se han llamado, porque yo creo que son lo que está de moda. Primero fotos desde abajo el decía, para que se vea la publicidad que hay, luego unas sentados con las piernas dobladas en los asientos para la tercera edad, dejando también ver esa señal. Benjamín decía contentísimo que quedarían “bellas” editadas, que podríamos hacer collage y mezclar fotos, que el sabía como hacerlo y que una vez terminadas me las enviaría a mi correo. Yo pensaba que para que fueran “bellas” habría que dejarlas así, tal cual, pero eso no se lo dije a Benjamín, él estaba sonriendo y no quería arruinarlo.

Llegamos al metro Los Héroes al segundo parque de nuestro recorrido, este parque tenía más que nada atracciones visuales, como cine 3D y lugares para tomarse fotografías instantáneas por 500 pesos. Yo me tomé una fotografía personalizado como Batman, frente a un gran edificio de Ciudad Gótica, mientras Benjamín fotografiaba la fotografía que estaban capturando. En la fotografía que compre se reflejó Benjamín en el gran edificio que estaba de fondo y, en la fotografía que tomó Benjamín aparecía la fotógrafa, yo y el reflejo de Benjamín con su cámara. Volvimos a bajar al metro, para llegar a nuestro último parque. En el subterráneo Benjamín entusiasmado con la idea de los reflejos, comenzó a tomarse y tomarme fotos en los cristales del metro, que con la oscuridad del túnel, reflejan las imágenes, produciendo el mismo efecto que se produjo en Ciudad Gótica. En el metro San Pablo estaba nuestro tercer parque, que es un parque más bien clásico, con una montaña rusa muy alta, pero no muy emocionante. Benjamín por supuesto se entusiasmó mucho cuando la recepcionista de informaciones nos dijo que habían reinaugurado la Casa de Cristal, o casa de los espejos. Sin duda ese era el día en que tendría que mirarme una y otra vez, una y otra tomarme una fotografía jugando a las múltiples perspectivas. Al principio era gracioso cuando chocábamos con los espejos equivocando las salidas, o cuando un espejo me hacía ver una cabeza gigante y un cuerpo muy pequeño, pero esos pasillos llenos de reflejos resultaron ser mucho más temibles de lo que parecían. El error quizás fue decidir girar a la derecha la primera vez que tuvimos una oportunidad. Yo le gritaba a Benjamín que su güeona obsesión por los espejos, nos tenía atrapados en esa mansión de mierda, que me daban ganas de romper vidrio a vidrio. De un momento a otro parecíamos estar en una sección muy pequeña de la mansión. Benjamín lo sabía porque yo lo sabía, estábamos cada vez más cerca, sintiendo las respiraciones. Entonces decidimos dejar de caminar. Él decidió guardar silencio, yo decidí respirar más lento. “Se et ve al cabeza adaetlov”, lo escuché decir, cuando veo que su oreja le sangra, mientras su mirada se cristaliza con la lagrima que le cae sin dejar de mirarme fijamente a los ojos; el vidrio de atrás de él mostraba mi espalda y mis brazos sobrepuestos en medio de su espalda, pero yo no los sentía ahí, los sentía en su posición correcta, a mis costados. Entonces dejé de estar seguro. Ahí fue cuando vi mi espalda torcerse, dibujando estelas, cayendo al piso. “somarroc de iuqa”, gritó furiosamente, mientras yo odnatart de emrarap miré abirra donde olòs estaba le techo, reflejandome, o odnajelfer a Benjamín. ogeuL toqué im oreja odnagrnas y, em miré noc uno ed sus sojo y onu de sol sois.
No epsu
nn donde comenzaba, ni
nnnnnnnnnnnnnnnnn donde abanimret c .
nnnnnnnnlnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnlnlnl a o
nnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnlnnt d n
nnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnlnnt a u

4 may 2007


Este es de esos textos que uno sabe no serán publicados
así que a la pequeña malet(it)a de léxico
una bien pequeña en realidad
le añadiré personalismos
asuntos tales, bien contextuales como:
puta
zorra o zorrita
cresta
tengo ganas de romperte el culo
mírame bien mientras
zorra zorra zorra, tú tendrás tetas
pero yo traigo botas.
Se supone entonces que debo narrar.
Yo, sin necesitar otro gesto que la posición de presencia
no soporto como has logrado que me sienta gordo
puta, mírame bien mientras te sigo hablando
ya sabes que los gordos tenemos fama de puñeteros
mírame bien por si necesitas dictar un retrato
puta, te comportaste más bien como una zorra
y no mi zorrita
una zorra-puta que mando mi amistad a la cresta
ya sabes de lo que tengo ganas.